Eligieron ser cultas para ser libres
‘Mujeres en Vanguardia’ una exposición que celebra el centenario de la Residencia de Señoritas con 400 piezas que resumen su historia.
Eligieron ser cultas para ser libres
‘Mujeres en Vanguardia’ una exposición que celebra el centenario de la Residencia de Señoritas con 400 piezas que resumen su historia.
Una clase de matemáticas en la Residencia de Señoritas hacia 1933.
Fueron mujeres en una época en la que a la mujer sólo se le dejaba ser hembra. Niñas bien, iconos pop, sexo fuerte intelectual. Se arremangaron las faldas y se colaron en fiestas reservadas a la testosterona: atriles, laboratorios, escaños. Ya no querían ser musas. Ahora, ellas con la témpera, con la ley, con el tomo de filosofía, con el poemario. Las chicas de la Residencia de Señoritas -cara B de la mítica de Estudiantes- eligieron ser cultas para ser libres.
Fue en 1915 cuando la pedagoga y humanista María de Maeztu inauguró el primer centro oficial español para fomentar la formación superior de la mujer adoptando a 30 alumnas entusiastas. Se instalaron en el hotelito de la calle Fortuny (en Madrid) que habían ocupado sus compañeros antes de que se les quedara pequeño y se mudaron a los Altos del Hipódromo. Su actividad didáctica fue frenética, pero, además, Maeztu se encargó de perfilar a la joven moderna de comienzos del siglo XX ofreciéndole deportes, viajes, conferencias e incluso intercambios en colleges estadounidenses (para disgusto de las autoridades católicas del momento, que se hacían el rosario de ida y vuelta para que las niñas no sacaran los pies del tiesto).
Fueron mujeres en una época en la que a la mujer sólo se le dejaba ser hembra. Niñas bien, iconos pop, sexo fuerte intelectual. Se arremangaron las faldas y se colaron en fiestas reservadas a la testosterona: atriles, laboratorios, escaños. Ya no querían ser musas. Ahora, ellas con la témpera, con la ley, con el tomo de filosofía, con el poemario. Las chicas de la Residencia de Señoritas -cara B de la mítica de Estudiantes- eligieron ser cultas para ser libres.
Fue en 1915 cuando la pedagoga y humanista María de Maeztu inauguró el primer centro oficial español para fomentar la formación superior de la mujer adoptando a 30 alumnas entusiastas. Se instalaron en el hotelito de la calle Fortuny (en Madrid) que habían ocupado sus compañeros antes de que se les quedara pequeño y se mudaron a los Altos del Hipódromo. Su actividad didáctica fue frenética, pero, además, Maeztu se encargó de perfilar a la joven moderna de comienzos del siglo XX ofreciéndole deportes, viajes, conferencias e incluso intercambios en colleges estadounidenses (para disgusto de las autoridades católicas del momento, que se hacían el rosario de ida y vuelta para que las niñas no sacaran los pies del tiesto).
La directora contó con el apoyo de Alberto Jiménez Fraud -su homólogo en la residencia masculina-, de la Asociación de Educación para la Mujer -creada en 1879 por Fernando de Castro- y con el International Institute for Girls in Spain, que aportó proyección extranjera e ínfulas de unas libertades que aquí no habían aterrizado.