Nuestros hijos y especialmente nuestras hijas necesitan referentes femeninos para aprender desde pequeños que ellas también pueden.
Si tienen hijos o hijas estudiando pueden hacer la prueba. Vayan a su mochila y echen un vistazo al libro de Ciencias: busquen cuántas mujeres aparecen como referentes. No encontrarán muchas, así que prueben con el de Lengua –de cuántas escritoras habla el libro–, o en el de Historia, a cuántas mujeres menciona como impulsoras de un nuevo movimiento cultural o social. Les costará encontrarlas. Un estudio revela que apenas un 7,6% de los referentes culturales y científicos de los libros de texto de la ESO son mujeres. Y si avanzamos un poco más, si buceamos en los libros de bachillerato o de la universidad, las mujeres son todavía más invisibles, sobre todo en materias científicas. Un dato: en los manuales de tecnología su presencia se reduce a un 1%.
Nuestros hijos y especialmente nuestras hijas necesitan referentes femeninos para aprender desde pequeños que ellas también pueden. Que hubo mujeres que con su valentía cambiaron la historia, como la de Rosa Parks sentándose en un autobús en la zona reservada a los blancos. O que sus sueños, como los de dar la vuelta al mundo en avioneta, también tuvieron nombre de mujer, como el de Amelia Earthart. Pero no solo tienen que aprenderlo ellas, también los niños tienen que aprender que el liderazgo no es solo cuestión de hombres, y que el liderazgo femenino ni les hace más vulnerables ni tampoco es una amenaza.
El lunes (11 febrero) hablamos mucho de la mujer y la ciencia, del techo de cristal de todas esas científicas o ingenierías que ven cómo sus carreras se frenan cuando quieren ser madres o cuando optan a ayudas o becas. Mi hija, con 16 años, tiene claro que su futuro es la investigación. Está centrada en poder entrar en alguna facultad de Bioquímica porque su sueño es investigar, lo tiene clarísimo: el otro día, en una de esas jornadas de puertas abiertas que organizan las universidades para los estudiantes de bachillerato le preguntaron directamente que por qué quería estudiar eso. "¿Quieres curar las enfermedades? No, yo lo que quiero saber es cómo curarlas, descubrir nuevos tratamientos, dar respuestas". Me sorprendió su seguridad y admito que pensé que su futuro iba a ser muy duro, muy complicado. Y no solo porque sea mujer, sino porque ser investigador y vivir de ello, aquí, de momento, lo logran muy poquitos.
El número de niñas estudiando materias STEM [ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas] ha bajado: solo el 21% de las universitarias quiere dedicarse a la investigación y entre las niñas, solo el 7% se ve trabajando en el futuro como científica. Estas son las cifras que entre todos debemos intentar cambiar. ¿Empezamos?